El problema de los cuidados

En España, el sistema de cuidados atraviesa una crisis estructural profunda, marcada por la falta de inversión pública, la desigual distribución de responsabilidades y la precariedad laboral. Esta crisis no afecta a un único grupo, sino que se extiende en tres direcciones fundamentales que se retroalimentan y agravan entre sí:

• Las trabajadoras del hogar y de cuidados, que realizan un trabajo indispensable pero siguen invisibilizadas y expuestas a condiciones laborales indignas.
• Las personas en situación de dependencia, muchas de las cuales no reciben los apoyos a los que tienen derecho debido a los recortes y la infrafinanciación del sistema público de dependencia.
• La generación sándwich, mayoritariamente mujeres, que cuidan a la vez de sus hijos e hijas y de familiares mayores sin recibir apenas apoyo institucional, con consecuencias en su salud, empleo y autonomía.

Estas tres caras del problema conforman la crisis de los cuidados. Un modelo agotado, injusto y feminizado que necesita con urgencia ser transformado.

Sin cuidados no hay vida, pero sin derechos, no hay justicia.

Desde Oxfam Intermón trabajamos para que el cuidado deje de ser un privilegio o una carga invisible, y pase a ser reconocido como un derecho garantizado por el Estado. Lo hacemos desde un enfoque feminista, de derechos humanos y en alianza con los colectivos que sostienen la vida cada día.

Superar esta triple crisis requiere una transformación integral del modelo de cuidados en España. No basta con ajustes parciales: se necesita un nuevo marco de derechos, políticas públicas robustas y una mirada feminista e interseccional que reconozca el valor social del cuidado.

Las soluciones propuestas deben ser ambiciosas, estructurales y sostenidas en el tiempo. Entre las principales demandas destacamos:

La crisis de los cuidados en España no es una circunstancia coyuntural ni un problema individual: es el resultado de un modelo social y económico que ha relegado el cuidado al ámbito privado, familiar y femenino, sin reconocer su valor estructural para el sostenimiento de la vida.

Hoy, miles de trabajadoras del hogar y de cuidados desempeñan tareas esenciales en condiciones de precariedad; cientos de miles de personas en situación de dependencia esperan una ayuda que no llega; y millones de mujeres, especialmente de la llamada generación sándwich, enfrentan una doble o triple jornada sin apoyos ni reconocimiento. Esta realidad tiene rostro de mujer, y en muchos casos, de mujer migrante.

Seguir ignorando esta situación supone perpetuar las desigualdades de género, clase y origen que atraviesan el sistema de cuidados. Pero también significa poner en riesgo la sostenibilidad del propio bienestar colectivo: si cuidar es un derecho, garantizarlo debe ser una prioridad política.

Por eso, transformar el sistema de cuidados no es solo una cuestión de equidad, es una cuestión de justicia, de futuro y de democracia. Urge una respuesta integral que reconozca, redistribuya y retribuya el cuidado como un bien común, un derecho humano y un pilar del desarrollo social.

Invertir en cuidados no es un gasto, es una inversión con retorno social, económico y humano. Construir un sistema público de cuidados —universal, accesible y digno— es el camino para que nadie quede atrás y para que todas las personas, en todas las etapas de la vida, puedan cuidar y ser cuidadas con dignidad y derechos.